Ser honesto significa, pues, decidir que vamos a conducirnos
con rectitud, justicia y honradez frente a los desafíos que nos plantea la
realidad; quiere decir que no vamos a mentir, robar, engañar o hacer trampa,
aun cuando esto nos pueda producir algún beneficio.
La vida diaria contiene
infinidad de situaciones que ponen a prueba la honradez de las personas.
Pagar
nuestras deudas, cumplir una promesa, no aprovecharnos de los demás, hablar con
la verdad, no apropiarnos de cosas que no nos pertenecen, no engañar a los
otros para obtener una ventaja; tales son algunas de las manifestaciones de
este valor.
Pero ¿qué sucede cuando vemos a nuestro alrededor a personas que
mienten, roban y hacen trampa sin que nadie les diga nada? ¿Por qué tenemos que
ser honestos si hay quienes no lo son? ¿Por temor al castigo? Como ya dijimos,
la honestidad es una decisión personal. Quizá haya quien actúe honestamente
para que no lo sancionen, lo regañen o lo encarcelen; sin embargo, los hombres
y las mujeres realmente honestos actúan porque saben que este valor los hace
mejores como personas, les permite estar en paz con su conciencia y los
convierte en individuos confiables e íntegros ante los demás y ante sí mismos.
El filósofo alemán Immanuel Kant, quien era un hombre de una gran honestidad
personal, consideraba que este valor no sólo podía hacernos felices, sino que
también permitía que la sociedad funcionara correctamente.
“No hay mejor
política que la honradez”, decía. ¿Y tú qué piensas…?
• ¿Consideras que
ser honesto es fácil?
• ¿Crees que la sociedad sería mejor si todos los
ciudadanos practicaran la honestidad?
• ¿Te has enfrentado a situaciones en las
que te viste obligado a mentir? ¿Cómo te sentiste?
• ¿Crees que ser honestas
haga mejores a las personas? ¿Por qué? La honestidad es mi valor