CIUDAD HISTÓRICA DE HUAÑEC

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"LAS PASTORAS DE HUAÑEC" ES UNA DANZA ORIGINARIA Y LA MÁS EMBLEMÁTICA DE LA CIUDAD HISTÓRICA DE HUAÑEC

TURISMO RURAL EN LA CIUDAD HISTÓRICA DE HUAÑEC-YAUYOS-LIMA-PERÚ

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CAMPING EN "VILLA GLICERIA" DISFRUTAR DE LA NATURALEZA RODEADO DE ÁRBOLES, AIRE PURO Y RIACHUELO VIA CARRETERA A TANTA. Dirección de correo electrónico: hananyauyos@gmail.com

La Hora

jueves, 29 de noviembre de 2012

El Retorno de los Dioses y Hombres de Huarochirí

Comentario de Roberto Ochoa: Cuenta la tradición oral del Instituto de Estudios Peruanos que fue el propio Jhon Murra quien convenció a José María Arguedas para traducir el célebre Manuscrito Quechua de Huarochirí. Y que ambos convencieron al lingüista Alfredo Torero para asesorarlos en tan magna obra. Pero algo pasó en el ínterin y, meses después, tanto Murra como Torero salieron del proyecto. Arguedas cumplió con los plazos de la traducción y Pierre Duviols añadió sus estudios sobre el padre Francisco de Ávila y su ardua campaña de extirpación de idolatrías vinculadas al culto del apu nevado Pariacaca. Una divinidad pre incaica que sigue gobernando los destinos de Huarochirí y Yauyos en las sierras limeñas. Cuando todo estaba listo para entrar a imprenta, el 'Zorro de arriba' se reunió con Aníbal Quijano y Abelardo Oquendo para comentarles que había decidido titularlo Dioses y Hombres de Huarochirí. En la misma reunión Arguedas descubrió que se había olvidado del diseño de la carátula. Estaba contra el tiempo, así que fue Abelardo Oquendo quien tomó un pincel y diseñó la célebre portada (ver imagen) inspirada en los titulares de las crónicas del siglo XVI. La presentación de Dioses y Hombres de Huarochirí en 1966 no solo afianzó el prestigio del IEP, sino que marcó un hito en la historiografía americanista. Casi 50 años después, el IEP nos trae la segunda edición facsimilar en una exquisita presentación que conservó la portada original. Para el IEP, la publicación forma parte de las celebraciones por el centenario de José María Arguedas. Luis Millones y Víctor Vich presentaron esta edición en una sencilla ceremonia efectuada en el auditorio del IEP. Vich rescató un detalle interesante de la obra: la problemática del agua ya figura en la antiquísima mitología del Chinchaysuyo, e invitó a los peritos de Conga para que le den una leída al libro. Lo que no dijo es que uno de los pueblos que figura en el manuscrito, San Andrés de Tupicocha, ya solucionó la ancestral carencia de agua luego de reconstruir un canal de riego prehispánico.

Dice Alfredo Torero:
Me ofrecí, entonces, a revisar la traducción de José María, y, al hacerlo, encontré un buen número de fallas, algunas graves, atribuibles en parte a su desconocimiento de formas y símbolos ya desaparecidos y en mucho a una transcripción paleográfica –no debida a él– equivocada y casi caótica. En posición inicial de palabra, por ejemplo, se confundía toda (h), real o parásita, con (s): ((h)ullu) “pene” resultaba (sullu) “aborto”. La competencia lingüística del traductor y los sentidos globales, cuando podían ser captados, le habían permitido salvar muchos escollos, y su capacidad poética, lograr bellas formulaciones, pero las trampas eran demasiadas para poder salir suficientemente aires La edición que comentamos ahora sigue este melancólico camino. Quien espere un estudio serio, nuevas fuentes o siquiera una nueva transcripción de este importante texto abandone ya toda esperanza. Úzquiza y compañía se han limitado a reeditar el trabajo de Arguedas de 1966, introduciendo además aquí y allá errores tipográficos, pequeños cambios en las acotaciones y notas, sin que medie explicación ninguna. En realidad, lo único valioso de esta edición es el facsímil a color del texto quechua de la Biblioteca Nacional de España, que se reproduce en fotos y en alta resolución en un CD ROM anexo al libro. Todo lo demás sobra.